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Decir que no: claves, disfraces y rebeldías

Decir que no: claves, disfraces y rebeldías

Cómo, cuándo y por qué bajarte del carro del sí – Entrevista a Raquel Ballesteros

Durante muchos años no pudo decir que no. Por eso Raquel Ballesteros se encontraba con demasiada frecuencia en situaciones extrañas. Como aquella vez que acabó organizando la fiesta de cumpleaños de alguien con quien, más bien, tenía poco contacto. Para ella, eso era el pan de cada día.

“Asumía responsabilidades que no eran las mías, simplemente porque no sabía decir que no”, me dice ahora Raquel, que es psicóloga y coach, y a quien conocí hace unos años por su libro ¡Camarero, este café está frío!

Del libro «¡Camarero, este café está frío!», de Raquel Ballesteros

Es un libro encantador en el que, a través de viñetas, se ejemplifica cómo comunicar mejor en el día a día de nuestras relaciones personales. Con la pareja, los padres, los amigos o el jefe. Y decir que no, naturalmente, está en el índice:

  • ¿Por qué nos cuesta tanto decir que no?
  • Estrategias para aprender a decir que no
  • Qué es lo que ocurre cuando de nuestros labios sale un “no”

En esta entrevista indagamos a fondo con Raquel. Y hablamos sobre algo más:

  • El coste que pagamos cuando no somos capaces de negarnos ante el otro. O ante nosotros mismos.

Decir que no: las consecuencias

¿Quieres ayudar en la mudanza de tu amiga pero también quieres ir a ese curso que tanto llevabas esperando? La mayoría de las veces, hay que elegir porque no tenemos suficiente tiempo para todo. Tus necesidades o las del otro. No hay salida: tienes que decir que no.

Como decía mi madre, no se puede ir a misa y repicar. Y yo juro que durante años intenté llevarle la contraria, hasta que un comentario subterráneo lo transformó todo, como cuando cambias de canal en la tele. Antes, corría como una loca para llegar a todo. ¿Qué me pasó?

  1. Cansancio. Estiraba el día al máximo e iba de un lado a otro para no perderme ni una. No dormía demasiado y arrastraba unas ojeras antológicas (siempre correctamente camufladas, eso sí).
  2. Ansiedad. Ya sabes, estar en una actividad pensando en la siguiente. El futuro, esa habitación que ocupas el 90% de tu día.
  3. Mediocridad. ¿Cómo haces para repartir tus 24 horas en setenta y siete planes? Fácil: lo haces todo por encima, para salir del paso. Pim-pam fuera.
  4. Dispersión. Lo bueno, es que recorres muchos caminos; lo malo, es que no le das la importancia necesaria a “tu camino”. Como no puedes elegir, probablemente tienes abandonado tu talento, al que en realidad deberías ocupar la gran parte de tus horas (si quieres estar pleno).
  5. Poca satisfacción.  Entiéndeme: si vas hecho polvo, taquicárdico y haciendo cosas que no te inflaman de pasión, y si además no hay pena ni gloria porque tu desempeño es regulín, pues la vida no es una senda de alegría y gozo, la verdad.

Así seguiría yo misma si no hubiera hablado con aquella argentina que, una tarde apacible de primavera, me noqueó con un golpe seco de sinceridad. 

Cuando hice el clic

Los primeros años de mi treintena yo andaba en Buenos Aires, probando cosas por aquí y por allá, siempre dentro del periodismo. En esa época, de algún modo, conseguí hacerle llegar mis textos a la redactora jefe de una revista y días después nos citamos en una cafetería.

—¿Qué te parecieron?—le pregunté, ya sentadas y con dos tazas delante.

Ella bajó la mirada.

—¿Querés que te sea sincera?— me dijo.

Yo abrí más los ojos. Tragué saliva y escuché el silencio que precede la tormenta. Entonces, ahora sí, ella me miró fijamente y pronunció solo tres palabras:  “Me esperaba más”.

Y lo que pasó a continuación fueron un montón de cosas relacionadas con la rabia, la vergüenza, la vanidad. Esa tarde cerré la boca para que no se viera cómo supuraba la herida por dentro. Pero más tarde conmigo misma reconocí que llevaba demasiado tiempo caminando con cierta inercia y que estaba muy alejada de lo que realmente quería hacer con mi vida.

¿Triste? Un poquito sí.

Por eso desplegué un plan para centrarme en lo que de verdad deseaba. Y la consecuencia fue que di tantos “no” como nunca antes. Y no solo fue decir que no a los otros, sino también a aquellos planes que yo misma urdía para evitarme focalizar.

Dice Raquel en la entrevista: “Cuando te conoces bien sabes establecer tus prioridades, sabes hacia dónde vas y no tienes dificultad en decir que no a todo aquello que se aparta del sentido de tu vida”. Y yo creo que tiene mucha razón.

Causas del «sí» culposo y soluciones para dejarlo atrás

A continuación, en la primera parte de la entrevista con Raquel Ballesteros, te dejo un repaso de las causas principales que nos alejan del no, así podrás identificar mejor a tu monstruito.

Aquí, el índice jugoso:

01:37 – ¿Decir que no? Los dos perfiles de personas
04:01 – «Lo que quiero es ayudar»
05:35 – ¿El conflicto es natural? La herencia familiar
06:50 – «No me quiero perder nada y arrepentirme»
08:17 – El miedo, la emoción central
10:43 – El escaqueo o cómo ahorrarse el fracaso
12:18 – ¿Cómo funciona la gente insistente? Sus trampas
13:50 – Sí se puede defraudar

Y a todo esto, en el segundo vídeo, le ponemos solución: hablamos de cómo aprender a decir que no (hay varias estrategias) y, alerta, de qué pasa cuando empiezas a hacerlo. Sobre todo, qué es lo que ocurre en tu entorno.

En el segundo vídeo encontrarás:

01:03 – El tipo de respuesta que juega a nuestro favor
(el «truqui» del vaso de agua)
02:03 – «Oye, tú, organízate mejor»
03:47 – El quid de la cuestión: ¿miedo o amor?
05:54 – Amable, honesto y claro (y sin justificación)
08:49 – Practica así posibles respuestas
10:07 – Lo que pasa cuando empiezo a decir que no
11:27 – Reconoce las manipulaciones
16:05 – Cómo lidiar con el miedo (sin hacer nada)

Perdón de antemano por el sonido de ultratumba: parece que Raquel y yo estamos en una nave. La próxima, forro las paredes con material anti-eco 😉

Para compensarte, te dejo aquí algunas frases de la conversación que me encantaron:

  • “A veces no podemos decir que no porque tenemos miedo al conflicto. Quizás de pequeños no nos enseñaron la idea del conflicto sano. ¿Hemos desarrollado habilidades para recibir una crítica y responder a eso?”.
  •  “Cuando decía todo el tiempo que sí mi vida se convertía en lo que querían los otros: mis planes, mi tiempo… siempre pensaba en los demás. Mi vida pasaba a un segundo plano”.
  • “Habrá momentos en los que compensará decir que sí. Lo que ocurre es que generalmente no lo hacemos libremente: lo hacemos desde el miedo”.
  • “Yo puedo con todo. El perfeccionismo nos impide decir que no. Es un patrón que hemos adoptado desde niños. Indica un miedo a renunciar”.
  • “Al decir que sí sistemáticamente, te desconectas de ti mismo para encajar”.

👉 Si quieres ir más profundo, en el workshop «Hackea tus horas, alcanza tus objetivos y sé feliz» nos centraremos en trabajar: 1) cuáles son tus metas 2) cómo superar las barreras que te separan de ellas 3) ¡alcanzar lo que quieres hacer en tu vida! Será en noviembre y solo para 10 personas. ¡No te quedes fuera!

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Ana Claudia Rodríguez

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Ana Claudia Rodríguez

¿Y si de repente ocurriera algo que pudiera cambiar mi vida? ¿Y si aceptara el desafío de una transformación? ¿Y si de repente fuera posible construirme otra realidad?

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