ENTREVISTA A BORJA VILASECA – COMUNICADOR, CONFERENCIANTE Y CREADOR DE SISTEMAS PEDAGÓGICOS
“La gran inversión del siglo XXI es invertir en uno mismo”
¿Cuáles son las tres inteligencias clave para desarrollarnos plenamente?
La educación como salvavidas y como trampolín
Dice Borja Vilaseca que tenemos mentalidad de empleados en un mundo (laboral) que ya no funciona como antes. Estamos desfasados. Pero hay buenas noticias. Hasta que el sistema educativo se ponga al día, podemos adaptarnos a la realidad aplicándonos en dos sentidos: ser autodidactas y sacar ventaja de los recursos que ofrece Internet. Borja es taxativo: “Ahora el que es ignorante es porque quiere”.
¿De qué conocimientos carecemos, que son claves para desarrollar todo nuestro potencial?
- Educación emocional.
- Espiritualidad.
- Emprendimiento.
- Finanzas.
Dice, además, que existen tres inteligencias básicas que debemos atender.
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El escritor en cuatro décadas
Hoy Borja Vilaseca es escritor, filósofo, conferenciante, profesor y emprendedor.
Hace 30 años era un niño de siete años travieso e hiperactivo.
Hace 20, un gamberro que tapaba su angustia interior con alcohol y otras drogas.
Hace 10, estaba a un paso de crear uno de los másters más exitosos de la Universitat de Barcelona, el Máster en Desarrollo Personal y Liderazgo (que ahora, en su 29 edición, dirige desde su propio centro).
Hoy, en 2018, y después de una decena de libros, cientos de conferencias y varios proyectos, dice en su web: “En el momento de escribir estas líneas, a mis 37 años, estoy comprometido con impulsar mi verdadero proyecto vital: fundar una escuela consciente y revolucionaria”.
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La entrevista
De cerca, Borja Vilaseca es como en sus vídeos. O más. Gesticula, abre mucho los ojos, se ríe, provoca. Enciende. Y a los diez minutos de conversación, ocurre algo irreversible: te alcanza su ola expansiva y entusiasta, y fuera de su voz no existe el mundo.
Yo he sido muy ignorante, pero ahora estoy dejando de serlo. Ojo, ignorante no es falta de inteligencia, es falta de conocimiento, en mi caso de auto-conocimiento. A mí nadie me enseñó educación emocional: para qué estaba aquí y todas esas cuestiones esenciales para aprender a ser feliz y encontrar el sentido de tu vida. Sumido en mi ignorancia, desde muy jovencito entré en una profunda crisis existencial, un gran vacío, mucho sufrimiento, y, claro, adopté una actitud victimista, reactiva, siempre culpando a alguien o algo, hasta que al final toqué fondo, con 19 años.
¿Qué te pasó?
Encadené experiencias muy duras (imagínate: gamberradas, botellón, sexo, enfermedad, palizas…). Y ya no pude más de sufrir. Con 19 años decidí emprender una búsqueda y empecé a escribir todo el proceso emocional que estaba atravesando. Fue una especie de catarsis. En seguida me di cuenta de lo bien que me hacía la reflexión y la introspección. Además, descubrí mi gran pasión: ser escritor.
Y desde entonces hasta aquí.
A los 19 años rompí con todo. Dejé a los amigos, viajé, estudié periodismo y leí mucho a los filósofos. Iba para pedante. Y, la verdad, mucho Nietzche pero yo seguía sufriendo. Y a los 24 años tuve otro punto de inflexión: descubrí el Eneagrama, hice un curso de crecimiento personal en Madrid, y entendí que miraba en la dirección equivocada: hacia fuera en vez de hacia adentro. Entonces dejé a leer a los filósofos y empecé a leer a los sabios. Dalai Lama, Lao Tse, Sócrates, Buda… Poco a poco fue desapareciendo el miedo y la ira, y fue aumentando la confianza y la serenidad. Así se sana la autoestima y puedes descubrir quién eres y para qué estás aquí.
La incomodidad te impulsó a cambiar, pero hay personas que viven su infelicidad de una manera más modesta, menos explosiva que tú.
Esas personas están en la zona de comodidad. Te dirán, seguramente, “no, pero si yo soy feliz”. Está bien, definamos felicidad. Para mí la felicidad no tiene que ver con ninguna causa externa, con un estímulo que venga de fuera, con ningún parche. La felicidad es más bien un aspecto interior, un bienestar que nos viene de serie y que proviene de la conexión con nuestra verdadera esencia. Insisto: a mí nada ni nadie me puede hacer feliz. Tú quítale a esta sociedad las farmacias, el tranquimazín, el fútbol, la religión, la televisión, las drogas, y desnuda al ser humano. Entonces cuéntame qué tal te va con tu felicidad. Lo que pasa es que las personas estamos enajenadas y esta sociedad proporciona anestesia las 24h del día. Y con las redes sociales, con la virtualización de la vida, todavía más.
¿Y entonces?
No podemos dar sed, sólo podemos dar agua. Y el agua solo sirve cuando hay sed. Lo que he comprobado es que las personas que no están muy mal tienen mucho miedo de iniciar un proceso de transformación, porque eso supondrá también cambios externos. “Tengo miedo a perder lo que tanto me ha costado conseguir”, aunque eso sea un imperio de mierda. Una pareja infeliz, un trabajo vacío… Tenemos miedo a la pérdida y a que el futuro sea peor de lo que tenemos ahora. Por eso el cambio es un acto de fe.
Muchas personas se están dando cuenta de que llevan años negándose a sí mismos. Reprimiéndose a sí mismos.
Abrirse a lo nuevo pese a la incertidumbre.
Sí. Y cuando una persona llega a un nivel de saturación de sufrimiento, cuando el dolor es mayor que el miedo al cambio, entonces hay una apertura. Se abre a lo nuevo porque no le importa perder lo que tiene ahora, que ya no valora tanto. Entonces se vuelve humilde, honesto y valiente y empieza a mirar hacia su interior. Cuestiona, suelta el victimismo, la culpa, y toma las riendas de su vida.
A mí el sufrimiento me llegó muy jovencito y por eso soy un gran afortunado. Porque yo iba para abogado, como mi padre, como mi abuelo. Y ahora estaría con contraje y corbata, puteado, marginando al filósofo que llevo dentro y, seguramente con una crisis de los 40 monumental. Hoy en día muchas personas se están dando cuenta de que, por el tipo de sociedad en el que vivimos, por las presiones y los miedos o por la falta de educación, llevan muchos años negándose a sí mismos. Se han reprimido a sí mismos.
Borja Vilaseca y los tres recursos clave
Nos han vendido un montón de creencias y mitos. La paternidad, por ejemplo: “Es algo maravilloso, ¿cuándo te animas?”. Y nadie te explica el berenjenal que implica ser padre y cómo te cambia la vida. También hay muchos estereotipos sobre lo financiero. “El dinero es malo”, “el dinero corrompe”, “es la raíz de todos los males”. Un montón de tonterías. Lo que pasa es que a los intermediarios de la industria, como el estado, las grandes empresas y los bancos, no les interesa que las personas como tú y como yo seamos conscientes, autosuficientes, responsables, que podamos valernos por nosotros mismos. No. Interesa que seamos esclavos, dóciles, ignorantes, sumisos para poder seguir manejando el cotarro.
¿Falta educación?
Sí. Yo creo que es necesario desarrollar tres grandes inteligencias para que un ser humano pueda adaptarse, prosperar y dejar de ser un esclavo: la inteligencia espiritual, la financiera y la tecnológica.
Empecemos por la inteligencia espiritual.
Nos desvela quiénes somos verdaderamente y para qué estamos aquí. Descubrir esto es complicado porque hemos tenido todo el condicionamiento del sistema, que nos ha castrado la autoestima, mutilado la confianza y aniquilado la creatividad. Es decir, nos ha educado para obedecer y para no pensar. La mayoría de la gente tiene un miedo atroz al cambio, miedo a la libertad, a la responsabilidad. La buena noticia es que cuando vislumbras la respuesta ya empiezas a ir en línea recta.
Hablemos de la inteligencia financiera.
La inteligencia financiera nos ayuda a resolver por nosotros mismos nuestros propios problemas laborales y económicos. ¡Cerca del 65% de la sociedad está en deuda y el dinero les quita el sueño! Y la tercera es la inteligencia tecnológica. Queramos o no, el mundo es virtual, robótico, automatizado. Estamos pasando de la era industrial a la era del conocimiento. Hay nuevas reglas del juego, nuevas directrices para que tú y yo podamos prosperar. En la era del conocimiento la principal fuente de riqueza es tu talento, tu creatividad y tu inteligencia. Todo lo demás se puede imitar, se puede copiar. Si tu trabajo lo puede hacer un ordenador, o lo puede hacer alguien de forma más barata que tú, lo acabará haciendo.
¿Dónde podemos encontrar ese conocimiento?
La palabra mágica se llama Internet. Hoy en día, en la era del conocimiento, si eres ignorante es porque quieres. La información es libre, es abundante y muchas veces es gratuita. Está claro que la gran inversión en el siglo XXI es invertir en ti mismo.
Un nuevo paradigma, una nueva mentalidad
¿Esta inversión en nosotros mismos implica que seremos capaces de sostenernos económicamente?
Bueno, no estamos hablando de un empleo tradicional: en el futuro muchas personas están forzadas a crear su propia profesión. Tenemos una ayuda porque las tecnologías contribuyen a que nuestra creatividad encuentre nuevos cauces para llegar a más personas. Me refiero a todo el conocimiento que se empieza a vender y a consumir por Internet.
A los chavales de entre 15 y 25 años se les llama “la generación perdida” porque han sido educados bajo una perspectiva industrial y no tienen herramientas para enfrentar un mundo que ya no existe. Tienen mentalidad de empleados. Creen que el estado, las empresas, los bancos se deben hacer cargo. “Yo soy la demanda y a ver qué ofertas hay para mí en el mercado. Si tengo una licenciatura y un master tendré un trabajo seguro y estable para toda la vida”. Todo eso se ha derrumbado. Y ahora mismo, para mí, la única salida razonable y sensata es ser autodidacta, porque todavía falta mucho para que el sistema educativo (las escuelas, la universidad…) se reinvente.
Éste es un movimiento de ciudadanos libres, responsables, inquietos, que sienten necesidad de cambio, que ya no se quejan ni salen a protestar con la pancarta, porque ya es igual quién gane les próximas elecciones. Es la hora del cambio individual, la revolución de la conciencia. Nos hemos dado cuenta de que nos falta inspiración y recursos, no para seguir a otros, sino para seguirnos a nosotros mismos. Estamos en un punto de impasse y cada vez hay más personas caminando hacia un cambio de paradigma, hacia otra mentalidad.
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ENTREVISTA A NÚRIA ROURA – ESPECIALISTA EN CRECIMIENTO PERSONAL A TRAVÉS DE LA ALIMENTACIÓN
“A veces, cuando comemos, buscamos una euforia transitoria que nos quite el malestar emocional”

CÓMO COMBATIR EL ESTRÉS CON LA ALIMENTACIÓN
¿Qué comer en momentos de cambio?
Mi estómago y yo tenemos una relación un tanto pasional, sobre todo en los períodos de estrés. Yo lo cuido, pero ya se sabe: en cuanto salimos de la zona de confort para descubrir el mundo, se activa una vocecita interior (“¡cuidado!”, dice todo el tiempo). El cuerpo la escucha enseguida, le cree a pies puntillas y, naturalmente, se tensa por todos lados. En ese estado de alerta el primero que se resiente es el sistema digestivo–y a veces también la piel. O sea, que si no vamos con cuidado las comidas son un infierno y nuestra piel un lienzo impresionista.
Para evitarlo, llamé a Núria Roura, especialista en crecimiento personal y bienestar a través de la alimentación y los hábitos saludables. El título de uno de sus libros –Aprende a vivir, aprende a comer– me llamó la atención. Así que le pregunté, Núria, ¿cómo combatir el estrés en períodos de cambio?
Y en la entrevista, empezamos por el principio:
¿Por qué se resiente nuestro sistema digestivo cuando estamos estresados?
Cuando estamos bajo estrés, pasan muchas cosas en tu organismo, una de ellas es que tu capacidad enzimática, es decir, tu capacidad para digerir, se reduce, se ve anulada. Además, tu metabolismo se ralentiza, y con él tu habilidad de quemar todo lo que has comido. Sufrimos de digestiones pesadas, no digerimos bien, tenemos reflujo o acidez.
Entiendo que lo mejor es no caer en el estrés, pero en esos momentos en los que no podemos evitarlo, ¿qué cuidados podemos seguir?
Aunque estés estresado todo el día, lo importante es que puedas parar al empezar a comer. En ese momento hay que poner de lado el trabajo o cualquier problema que te esté tensando, y permitirte un poco de relax. Hay personas que se ponen una canción, otras unas velitas… cualquier cosa que te ayude a estar contigo mismo es válida. ¡Y hay que respirar! Hacer cinco respiraciones profundas antes de comer es fundamental. Luego, si quieres, vuelves a tu ritmo acelerado, pero en ese momento solo tiene que existir la comida y tú.
Un amigo médico me dice siempre “si estás muy nerviosa, no comas”.
Exacto, yo también lo digo. Si estás muy enfadada, muy nerviosa, muy disgustada, no comas. ¡Porque te va sentar mal seguro! Lo mejor es encargarte de rebajar ese malestar antes de comer, con cualquier técnica de desestrés. Si no, vas a hacer elecciones poco inteligentes, vas a comer mal, demasiado rápido, etc.
¿Y cómo combatir el estrés durante un período sostenido de tiempo a través de la comida? Por ejemplo, si empiezas un trabajo nuevo y ya sabes que vendrán tres semanas difíciles.
Lo más recomendable es comer productos de energía moderada. De esto se habla mucho en macrobiótica: no consumir alimentos ni muy yin ni muy yang. Yin serían los excitantes, el alcohol, el vinagre, el café, el azúcar… Y entre los yang estaría la carne, mucha sal o los quesos, por ejemplo. Los alimentos de energía moderada te van a dar más foco, más centro, más claridad mental. Son los cereales integrales, las semillas, los frutos secos, las legumbres, las verduras y todas aquellas frutas que no sean muy tropicales (pues son más yin). Manzanas, peras, cualquier fruta de temporada.
¿Qué ocurre si nos saltamos todos estos cuidados y estamos estresados y bebemos alcohol, comemos hamburguesas…?
¿Qué pasa? Yo creo que eso lo hemos vivido todos. Nos metemos en un bucle del que es muy difícil salir: estás mal y comes alimentos que te bajan la energía aún más, porque aunque en ese momento te da cierta sensación de euforia esos alimentos tienen el mismo efecto que cualquier droga. Y todos lo sabemos, o los que hemos consumido drogas: todo lo que sube baja. Así que cuando baje, te vas a volver a sentir mal. Pero además con la mala conciencia de haber vuelto a caer en ese mal hábito. Alimentas la rueda de negatividad y de depresión y malestar que no te va llevar a nada positivo.
Y es paradójico porque justamente cuando peor nos encontramos, más ganas nos dan de darnos atracones de helado, comer todo el día chocolate…
Sí, porque al consumir este tipo de alimentos buscamos precisamente eso: algo que nos saque del dolor, de esas emociones desagradables que no sabemos gestionar. Elegimos los que tienen opiáceos o los que provocan una subida de serotonina [la sustancia química que genera nuestro cerebro conocida como la hormona de la felicidad]. Recurres al azúcar, al chocolate, al pan, por no hablar del alcohol, el tabaco, las drogas. Buscamos la euforia transitoria porque no sabemos lidiar con las emociones que nos ocurren.
Si en un momento de estrés no he sabido cuidarme, ¿cómo me recupero después?
Con alimentos muy fáciles de digerir. Fruta, por ejemplo. O lo que cada uno sepa qué es lo mejor para su propio cuerpo.
¿La fruta es fácil de digerir?
Si para alguien no es fácil digerirla es que tiene un desajuste digestivo. ¿Cuál es el alimento que menos cuesta digerir? No será un fruto seco, no será un cereal, un trozo de carne o pescado. La fruta: tardas 30 minutos. Pero insisto en que siempre lo más importante es escuchar lo que necesita el propio cuerpo. El cuerpo es mucho más inteligente que cualquier norma que pueda inventar la mente.
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ENTREVISTA A JUAN NARANJO – COACH FINANCIERO
“Somos buenos profesionales pero malos empresarios”
Cuando conocí a Juan Naranjo yo tenía una mezcla de curiosidad, recelo y miedo. Me habían hablado de él como un experto financiero capaz de impulsarte en tu propio proyecto. Por entonces yo arrugaba la nariz cada vez que oía la palabra “finanzas”, pero la intriga por conocer su manera de trabajar me pudo. ¿Qué es eso de coach financiero? En la cafetería donde nos presentamos con dos besos disimulé mi temor: me habían dicho que era imbatible con las excusas a las que solemos aferrarnos para no materializar nuestros sueños.
Cuatro horas más tarde lo único que quedaba en pie era mi curiosidad. Hablamos sobre los fallos más comunes que comete un emprendedor o sobre la infinidad de cosas que atraviesan nuestra relación con el dinero (el miedo, el estrés… o la astucia de los bancos). El malestar que todo eso nos genera es fruto del desconocimiento. Y eso, por suerte, puede remediarse.
*Como experto en procesos de emprendimiento, Juan Naranjo me acompaña en este reto de 80 para “Vivir de lo que amas”.
“No te gusta tu trabajo, cobras poco, tienes miedo porque no sabes qué será de ti cuando seas mayor. ¿Cómo vamos a cambiar la situación si no hacemos algo nuevo? Sé creativo, deja de sobrevivir de una vez por todas”.
Aunque Juan Naranjo hable con el tacto de quien lava unas copas de cristal carísimas… es un agitador. Como coach financiero, descubrí que su misión es poner freno a la ignorancia que la mayoría de nosotros tenemos en torno a las finanzas: él las explica de un modo sencillo. Para hacerlo dispone de tres programas: “Chequéate”, para cuando se nos ha ido la mano y nuestro extracto del banco es una tristeza (así podemos recuperar el control y sanear nuestras finanzas); “Multiplícate”, para maximizar los ahorros (allí atiende al inversor que llevamos dentro); y “Emprende conmigo”, diseñado para acompañar a los que se enfrascan en una nueva aventura empresarial.
¿Qué hay que aprender para emprender?
Juan, ¿cuáles son los principales problemas que tienen las personas a la hora de iniciar un proyecto?
Tienen mucha dificultad en ponerse en valor, es decir definir cuánto vale su tiempo, cómo lo van a gestionar, cuáles son sus prioridades. Cuando son empleados tienen claro que trabajan de 9 a 19h y siempre hay alguien que les indica qué hacer. El jefe. Pero cuando inician su propio proyecto ya no hay nadie que marque el camino y es entonces cuando empieza el caos.
¿Qué es lo que hay que aprender para tener éxito entonces?
Además de focalizarse en cómo levantar un negocio (desarrollar un producto o servicio, ponerle precio, planificar las acciones de marketing…) hay que trabajar sobre las creencias. Hay que vigilar a la competencia. No tengo tiempo. Lo más importante es tener una buena idea. Los emprendedores suelen tener muchos conocimientos, pero toda la información pasa siempre por el mismo filtro de creencias. Si no hay nadie que les haga ver la situación desde otro punto de vista, las cosas no mejoran. Podríamos decir que a nivel técnico estamos muy bien preparados ¡lo sabemos todo muy bien!, pero emocionalmente somos unos analfabetos. Y eso también tiene repercusión a la hora de iniciar un proyecto. Nuestra mente tiene que estar alineado con el corazón, y yo trabajo con la persona para tender un puente entre ambos.
El emprendimiento es uno de los cuatro ejes sobre los que trabaja Juan, además del ahorro, la deuda y la inversión, en los que lleva buceando más de 25 años como experto financiero. En sus sesiones y a través de su ebook ¿Sabes cómo funciona tu dinero? da soluciones concretas a cada problema financiero: cómo llegar a fin de mes, proyectar gastos en el futuro sin endeudarse, asegurarse ingresos para la jubilación, etc.
“Para llevar bien las finanzas personales no es necesario grandes operaciones ni ser un ingeniero de la Nasa”, dice el coach, “no es complicado. Y no tiene por qué estar reservado a las élites”.
Nuestro principal problema con el dinero
Una de los obstáculos más grandes para llevarnos bien con nuestra cartera es que no somos conscientes de que nuestra situación financiera es desastrosa. Él lo explica así: “Cuando nos hacemos una herida en el dedo no dudamos en ponernos una tirita, pero entendemos que si la cosa es más seria, tenemos que ir al hospital. Con nuestra economía ocurre lo mismo, la diferencia es que aunque tenemos un tajo que nos recorre toda la espalda, seguimos aplicando el mismo remedio: una humilde tirita”. El resultado, naturalmente, es fatal. Pero no acertamos a cambiar; no entendemos lo que ocurre. No nos damos cuenta del descalabro en el que están inmersas nuestras finanzas.
En la charla, el coach lleva un traje gris, chaleco, camisa azul y corbata a rayas: encarna el estereotipo del banquero perfecto. Y hasta las paredes del bar donde estamos, color naranja como el banco aquél, parecen ser su único escenario posible. Ahora usa decenas de metáforas que ayudan a entender sus explicaciones, y uno sintoniza con sus protagonistas porque en el fondo, todos los llevamos un poquito dentro.
Está, por ejemplo, la madre de familia que revienta las tarjetas de crédito, pasa las noches en blanco y se le va la vida entre angustias; el emprendedor emocionado que, para no “gastar”, hace cuarenta cursos sobre redes sociales y pierde su precioso tiempo; o el diseñador gráfico que posterga la compra de un nuevo ordenador porque no ve allí inversión ni ganancias futuras, sino puro agujero negro. Está el que invierte en ladrillo, como el abuelo, para vivir tranquilamente de rentas: el que carga contra el gobierno porque “nos está dejando un país de mierda”; o el que, en el fondo, piensa que ser pobre es ser buena persona.
Juan los caricaturiza y los disecciona con tanta gracia –lejos de su imagen formal -, que casi ni te das cuenta cuando llega el momento de las preguntas incómodas. Las preguntas que tú, adulto y dueño de tu vida, no sabes cómo responder: ¿Cuánto gastas en ocio cada mes? ¿Cuánto dinero vas a destinar a tus próximas vacaciones? ¿Qué tanto por ciento de tu salario se lleva el banco o la tarjeta de crédito? Argumento tras argumento, el coach te va poniendo alegremente entre la espada y la pared, hasta obtener de ti lo inevitable. Dos palabras: “No sé”. En ese momento él sonríe, como si fueras su gatito, su hijo, una abuelita. Y empieza por el principio.
La clave para unas finanzas sanas
— La mayoría no se da cuenta, pero entre el 30 y el 40% de los gastos mensuales van destinados a pagar los préstamos y las tarjetas del banco.
—¿Tanto?
—Sí. Es que hay una facilidad absoluta para endeudarse. Cuando no había crédito, lo que hacían tus abuelos era ahorrar, ahorrar y ahorrar, y después se compraban el coche. Ahora, puedes hacerlo si ganas 150 euros al mes, con una deuda del copón, pero puedes hacerlo. Es “yo lo quiero, yo lo compro, yo me endeudo”. Hay una inmediatez en quererlo todo ya, sin programar ni planificar. El latino es así, somos temperamentales.
—¿Y cuál es la alternativa?
—Tomar conciencia. Saber cuánto puedes gastarte del ingreso que tienes. Generar orden. “Es que yo no puedo ahorrar”, dicen algunos, y eso es una gran falacia. Las estadísticas dicen que puedes ahorrar el 20% de tus ingresos, aunque seas un mileurista. El problema es dónde destinas el dinero que cobras… normalmente a mucha basura. Lo que ocurre es que tenemos una insatisfacción tan enorme con el trabajo, vivimos en tal estado de estrés, generando tanto cortisol, que nos volvemos unos egocéntricos y unos egoístas. Entonces trabajas sin parar, sin descanso, para cobrar un sueldo ridículo que te gastas para tener alguna alegría en tu vida mediocre. Y eso es lo único que haces en tu vida, es un bucle… Perdona que sea tan expresivo.
Juan maneja las palabras a la perfección. Es coach y, como la mayoría en su sector, usa la técnica del PNL (programación neurolingüística). Pero en su caso, además, sabe alternar con maestría, digámoslo así, el drama y la comedia: mientras el contenido se te clava en el corazón, su tono te hace temblar de la risa.
Mirar hacia adelante
—¿Para ti qué es el fracaso? — pregunta ahora él.
—No cumplir con el objetivo— respondo.
—Perdona, pero eso es una gilipollez. Un fracaso es cuando no hay alternativa. Y eso solo ocurre con la muerte, que es inevitable. El resto son errores que se arreglan con la ayuda de recursos.
Juan es así. Tiene una respuesta para todo. Es como una máquina de dar soluciones contra la cual uno no puede luchar. Te dice que hay inversiones más rentables que las del sector inmobiliario, que solemos ser buenos profesionales pero malos empresarios, o que se puede ahorrar y seguir gastando sin problemas.
Pero, sobre todo, Juan te obliga a mirar hacia adentro. Quiere que expongas las excusas que tienes en la recámara y que usas para no atreverte a cambiar. Luego él las derriba de un plumazo para que compruebes que sólo son miedos y no hay alternativa: “¡tienes que triunfar!”.
En ese ping pong arrollador, también está –por suerte- su mirada apacible. Es lo que suaviza el impacto al descubrir, que, en realidad, no hay ningún límite.
Y entonces, te pide dejar atrás todas las creencias que son lastres:
Los ricos son unos cabrones. Fuera.
Ropa vieja en el armario. Fuera.
No tengo tiempo. Fuera.
Echarle la culpa al otro (a mi familia, al estado, a mi jefe). Fuera.
“Hay que hacer espacio para lo nuevo. La mayoría de nosotros vivimos mirando hacia el pasado, y eso es como conducir con la cabeza hacia atrás. Y así no avanzas, te bloqueas: ¡mira hacia adelante! ¡diseña tu vida!”.